Las relaciones amorosas son un reflejo de nuestras experiencias pasadas, especialmente aquellas que se forjan en la infancia. Muchas veces, sin darnos cuenta, elegimos a parejas que reactivan viejas heridas emocionales, lo que nos lleva a repetir patrones dañinos. La psiquiatra Marian Rojas Estapé ha explorado este fenómeno, explicando cómo las heridas no sanadas pueden influir en nuestras elecciones amorosas. En este artículo, analizaremos las heridas emocionales más comunes y cómo afectan nuestras relaciones.
**Heridas Emocionales y su Impacto en las Relaciones**
La infancia es una etapa crucial en la formación de nuestra identidad emocional. Las experiencias vividas durante este periodo pueden dejar cicatrices que, aunque no sean visibles, afectan profundamente nuestras decisiones en la vida adulta. Rojas Estapé identifica varias heridas emocionales que pueden influir en nuestras elecciones de pareja.
Una de las heridas más comunes es la del abandono. Esta herida se origina cuando, en la infancia, sentimos que quienes debían cuidarnos no estaban disponibles emocionalmente. Esto nos lleva a desarrollar una autosuficiencia aparente, pero en el fondo, seguimos siendo vulnerables. En la adultez, este patrón puede manifestarse en la atracción hacia personas emocionalmente no disponibles, quienes, aunque no nos brindan el amor que deseamos, encarnan lo que nuestra herida busca reparar. La búsqueda de amor en este contexto se convierte en una trampa emocional, donde la esperanza de que la relación sea diferente nos mantiene atrapados en ciclos repetitivos.
Otra herida significativa es la de la invalidación. Esta herida se desarrolla en entornos donde la crítica es constante y donde se nos enseña que para ser amados debemos cambiar. Las personas que han experimentado esta herida tienden a atraer a parejas narcisistas, quienes al principio pueden idealizarlas, pero eventualmente las desmantelan emocionalmente. Este ciclo de aprobación y desaprobación se convierte en una adicción, donde la búsqueda de validación externa eclipsa la necesidad de amor propio.
La herida del sacrificio es otra dinámica que se presenta en muchas relaciones. Aquellos que asumen roles de cuidadores en su infancia, ya sea de padres o hermanos, pueden crecer sintiendo que su valor está ligado a su capacidad de ayudar a los demás. Esto puede llevar a una atracción hacia parejas que requieren “arreglo”, donde la persona se convierte en terapeuta o salvadora. Sin embargo, esta dinámica no es amor; es dependencia. La necesidad de arreglar a otros puede desviar la atención de las propias heridas no sanadas.
**Reconociendo el Ciclo y Rompiendo Patrones**
La clave para romper estos ciclos dañinos radica en la autoconciencia y la disposición a enfrentar las heridas emocionales. Rojas Estapé propone un enfoque en tres pasos: honestidad, desintoxicación emocional y reeducación del GPS emocional. Este proceso comienza con un inventario de nuestras relaciones pasadas, identificando las emociones recurrentes y su origen en la infancia. Preguntarse sobre la figura parental ausente o la crítica constante puede ser un primer paso hacia la sanación.
La honestidad implica reconocer que la chispa que sentimos al conocer a alguien nuevo no siempre es amor verdadero. A menudo, es una herida que busca su llave maestra, una conexión traumática que se alimenta de la esperanza de sanar viejas heridas. Este reconocimiento es fundamental para evitar caer en la trampa de la repetición.
La desintoxicación emocional se refiere a la necesidad de distanciarse de relaciones tóxicas y de patrones que perpetúan el dolor. Esto puede incluir establecer límites claros y aprender a valorar la calma y la estabilidad en lugar de la intensidad emocional que a menudo se confunde con el amor.
Finalmente, reeducar el GPS emocional implica aprender a confiar en nuestras emociones de manera saludable. Esto significa valorar las relaciones que ofrecen consistencia y apoyo, incluso si al principio parecen menos emocionantes. La neurociencia respalda esta idea, sugiriendo que el cerebro tiene la capacidad de cambiar y adaptarse, lo que significa que las heridas pueden cerrarse y reescribirse desde un lugar de reconocimiento y decisión consciente.
Las relaciones son un espejo de nuestras experiencias pasadas, y entender cómo nuestras heridas emocionales influyen en nuestras elecciones puede ser el primer paso hacia relaciones más saludables y satisfactorias. Al reconocer y trabajar en nuestras heridas, podemos romper el ciclo de repetición y abrirnos a la posibilidad de un amor genuino y transformador.