Dulce Xerach Pérez, una figura emblemática en la política y la cultura de Canarias, dejó una marca indeleble en la sociedad canaria antes de su fallecimiento a los 55 años en Madrid. Su trayectoria, marcada por un compromiso inquebrantable con la cultura y la igualdad de género, es recordada con admiración y respeto. En su última entrevista, realizada en 2024, dejó claro que su visión de la política era temporal, afirmando: «La política es para una época, no para toda la vida». Esta reflexión encapsula su enfoque hacia la vida pública y su decisión de alejarse de la política activa para explorar nuevas avenidas en su carrera.
**Un Legado Cultural en Canarias**
Dulce Xerach Pérez no solo fue una política, sino también una apasionada defensora de la cultura canaria. Licenciada en Derecho y doctora en Arquitectura, su carrera comenzó a florecer cuando se convirtió en la mujer más joven en acceder al Cabildo de Tenerife a los 25 años. Durante su tiempo en el gobierno, impulsó proyectos culturales que se convirtieron en referentes en la isla, como el Auditorio de Tenerife, el Tenerife Espacio de las Artes y El Tanque. Su visión innovadora y su capacidad para transformar ideas en realidades tangibles la convirtieron en una figura clave en el desarrollo cultural de la región.
Xerach ocupó varios cargos importantes, incluyendo el de directora general del Gabinete del presidente Adán Martín y viceconsejera de Cultura del Gobierno de Canarias. En cada uno de estos roles, su objetivo fue claro: enriquecer la vida cultural de la isla y hacerla accesible a todos. En una de sus declaraciones, expresó: «Pude cambiar un poquito el mundo, dando más cultura a la isla. Gracias a más gente, pero yo puse mi granito de arena». Esta humildad y reconocimiento del trabajo en equipo son características que definieron su carrera.
**Desafíos y Reflexiones sobre el Acoso**
En su última entrevista, Dulce Xerach también abordó temas difíciles, como el acoso y la desigualdad de género en el ámbito político. Inspirada por el movimiento ‘Me Too’, reveló que había sufrido abuso de poder y acoso por parte de un superior en 1991. Esta experiencia, que la marcó profundamente, la llevó a reflexionar sobre los techos de cristal que enfrentan muchas mujeres en la política. «No se hará justicia. Lo que ocurrió hace veinte años no se va a solucionar ahora», afirmó, mostrando su preocupación por la persistencia de la desigualdad, aunque menos visible que en el pasado.
Su valentía al compartir su historia no solo la liberó a ella, sino que también inspiró a muchas otras mujeres a alzar la voz y luchar contra el acoso en sus propios entornos. A pesar de los desafíos que enfrentó, Dulce nunca permitió que estas experiencias definieran su vida. En su camino hacia la sanación, decidió dar un paso al lado de la política, reconociendo que había llegado a un punto en el que la política se había vuelto «aburrida» para ella. Este cambio no fue un signo de rendición, sino una búsqueda de nuevas oportunidades.
**Una Nueva Etapa: Literatura y Docencia**
Tras su retiro de la política, Dulce Xerach se dedicó a la literatura y la docencia universitaria. Creó a la inspectora María Anchieta, protagonista de varias novelas negras, donde exploró temas de justicia y moralidad. Su pasión por la escritura le permitió canalizar sus experiencias y reflexiones en un formato que resonaba con muchos. Además, su carrera académica le brindó la oportunidad de compartir su conocimiento y experiencia con las nuevas generaciones, formando a futuros líderes y creadores en el ámbito cultural.
En sus momentos más personales, también recordó con cariño las meriendas de su infancia, como las galletas María con mantequilla y los rosquetes compartidos con sus primas. Estas reminiscencias reflejan su conexión con sus raíces y la importancia de la familia en su vida. Aunque le costó desprenderse de la etiqueta de política, Dulce encontró en su nueva vida fuera de la política una felicidad renovada, describiéndola como «maravillosa».
Dulce Xerach Pérez dejó un legado que va más allá de su carrera política. Su compromiso con la cultura, su valentía al enfrentar el acoso y su dedicación a la educación y la literatura son ejemplos de una vida vivida con propósito. Su historia es un recordatorio de que, aunque la política puede ser una etapa, el impacto que uno deja en la sociedad puede perdurar para siempre.