A lo largo de 230 kilómetros, el río Evros, conocido también como Maritsa, separa Grecia de Turquía, marcando una de las fronteras más críticas entre Europa y Oriente Próximo. Las personas que intentan cruzar este límite enfrentan no solo las peligrosas corrientes del río, sino también una serie de obstáculos físicos y tecnológicos. En este contexto, una compleja red de tecnologías de vigilancia se ha desplegado para prevenir la entrada de inmigrantes, revelando un panorama donde las fronteras del siglo XXI están cada vez más digitalizadas.
### La Vigilancia Tecnológica en las Fronteras
La creciente tendencia hacia la digitalización de las fronteras se ha intensificado en los últimos años, especialmente en regiones consideradas «calientes» como la frontera entre Estados Unidos y México. En este último caso, se han instalado hasta 500 cámaras de vigilancia, mientras que en Europa, la crisis de los refugiados ha llevado a la Unión Europea a acelerar la implementación de tecnologías digitales en sus fronteras. Estas tecnologías incluyen drones, sensores de movimiento, sistemas de reconocimiento facial y torres equipadas con cámaras térmicas de visión nocturna. Además, se están utilizando programas de inteligencia artificial (IA) que pueden detectar patrones y predecir rutas migratorias, así como mecanismos de vigilancia electrónica que rastrean teléfonos móviles y recopilan datos personales de los migrantes.
La Unión Europea ha financiado proyectos tecnológicos con el objetivo de agilizar los procesos de solicitud de asilo y frenar la inmigración irregular, que es vista como una amenaza a la seguridad. Este año, se implementará un sistema que escaneará el rostro y las huellas dactilares de los ciudadanos no pertenecientes al espacio Schengen que permanezcan más de 90 días. Alemania, por su parte, ha adoptado un sistema de reconocimiento de voz para identificar idiomas y dialectos durante el proceso de solicitud de asilo.
Sin embargo, el uso de tecnologías de vigilancia ha suscitado críticas por parte de organizaciones humanitarias. Estas denuncian que, aunque se presentan como soluciones para una gestión más eficiente de las fronteras, en realidad pueden acentuar la discriminación y dificultar el acceso a solicitudes de asilo, un derecho que debería estar garantizado por la legislación de la UE. La Electronic Frontier Foundation ha advertido que las zonas fronterizas a menudo funcionan como campos de prueba para tecnologías de vigilancia militar, que luego se implementan en el interior de los países.
### Un Mercado en Expansión
El despliegue de tecnologías de vigilancia migratoria ha dado lugar a un complejo industrial multimillonario. Según estudios, el mercado global de la seguridad fronteriza generó 53.240 millones de dólares en 2024 y se espera que crezca casi un 80% hasta alcanzar los 95.650 millones en 2032. Las proyecciones para el mercado de tecnologías de frontera superan el 1.900% en la próxima década. Este crecimiento beneficia a grandes empresas de defensa como Lockheed Martin, Northrop Grumman, BAE Systems y Thales, pero también ha abierto oportunidades para startups de Silicon Valley que ofrecen soluciones más económicas e innovadoras.
Un ejemplo de esto es Palantir, una empresa de análisis de datos que ha estado proporcionando software a Estados Unidos desde 2011 para localizar e identificar a inmigrantes indocumentados. Otra empresa, Anduril, desarrolla torres de vigilancia asistidas por IA. La conexión ideológica de estas empresas con figuras políticas como Donald Trump ha consolidado aún más esta tendencia hacia la militarización de las fronteras.
La situación es aún más compleja en lugares como Israel, donde se testean programas de vigilancia que luego se exportan a otros países. La fundadora de Migration Tech Monitor, Petra Molnar, ha señalado que la tecnología no es neutral y está intrínsecamente ligada a estructuras de opresión y desigualdades históricas. Esto plantea interrogantes sobre el impacto social de estas tecnologías y su capacidad para exacerbar las desigualdades raciales, étnicas y de género.
En resumen, la digitalización de las fronteras está transformando la forma en que se gestionan los flujos migratorios, pero también plantea serias preocupaciones sobre la privacidad, la discriminación y el respeto a los derechos humanos. A medida que la vigilancia se convierte en una norma, es crucial cuestionar las implicaciones éticas y sociales de estas tecnologías en la vida de millones de personas que buscan un futuro mejor.