La historia de Fallou, un joven migrante senegalés, es un reflejo de las difíciles realidades que enfrentan muchos que llegan a las Islas Canarias en busca de un futuro mejor. A sus 19 años, Fallou llegó a Gran Canaria en julio de 2023 tras una peligrosa travesía en cayuco, un viaje que emprendió sin informar a su familia, consciente de los riesgos que implicaba. Su decisión fue impulsada por la desesperación y la falta de oportunidades en su país natal, donde la pesca, su principal fuente de ingresos, se ha visto gravemente afectada por la pesca ilegal y la sobreexplotación de los recursos marinos.
### La Travesía de Fallou: Un Viaje de Esperanza y Desesperación
Originario de Senegal, Fallou creció en un entorno donde la pesca era el medio de subsistencia de su familia. Sin embargo, la situación se tornó insostenible. «A veces ni siquiera pagaban por el pescado que traía», recuerda. Ante la falta de alternativas y la presión de ser el mayor de cinco hermanos, decidió arriesgar su vida y embarcarse en un cayuco hacia Canarias. Durante 12 días, enfrentó condiciones extremas en el mar, sin comida ni agua en los últimos días de su travesía. A pesar de las adversidades, su determinación por ayudar a su familia lo llevó a cruzar el océano Atlántico.
Al llegar a Gran Canaria, Fallou fue acogido en un centro de menores en Arinaga, donde comenzó su nueva vida. Sin embargo, su experiencia en el centro no fue fácil. «Pasaba todo el día allí, no pude estudiar y solo salía para entrenar», lamenta. A pesar de las dificultades, logró iniciar su proceso de solicitud de asilo con la ayuda de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), lo que le permitió acceder a una formación como electricista. Sin embargo, la burocracia ha sido un obstáculo constante; dos años después de su llegada, aún no ha conseguido un permiso de residencia y teme quedarse en la calle al cumplir la mayoría de edad.
### La Lucha Canaria: Un Refugio en el Deporte
A pesar de la incertidumbre que enfrenta, Fallou ha encontrado en la lucha canaria una pasión que le brinda esperanza y un sentido de pertenencia. Desde que llegó a la isla, se unió al equipo de lucha Castro Morales en Telde, donde entrena casi a diario. La lucha canaria, un deporte que atrae a miles de aficionados, le recuerda a la lucha senegalesa que conocía en su país. Aunque reconoce que hay diferencias en las reglas, la esencia del deporte le resulta familiar y reconfortante.
«Me gustaría ser profesional y estar en otros equipos», expresa con entusiasmo. La lucha no solo le proporciona una actividad física, sino que también le ayuda a integrarse en la comunidad y a construir amistades. Sin embargo, su sueño de convertirse en un luchador profesional está ligado a su situación migratoria. La posibilidad de mudarse a otro país para buscar mejores oportunidades podría significar renunciar a su pasión por la lucha canaria.
A pesar de los desafíos, Fallou mantiene la esperanza de que algún día podrá regresar a Senegal para visitar a su familia. Su historia es un testimonio de la lucha de miles de migrantes que, como él, buscan un futuro mejor en un entorno hostil. La falta de oportunidades en sus países de origen y la búsqueda de una vida digna son factores que impulsan a muchos a arriesgarlo todo en la travesía hacia Europa.
La situación de Fallou es un reflejo de un problema más amplio que afecta a muchos jóvenes migrantes en Canarias. Al cumplir la mayoría de edad, muchos se enfrentan a la dura realidad de tener que abandonar los centros de acogida sin un plan claro para su futuro. La falta de recursos y la burocracia en el proceso de asilo complican aún más su situación, dejándolos vulnerables y sin opciones.
La historia de Fallou es solo una de las muchas que emergen en el contexto de la migración hacia Canarias. Cada relato es único, pero todos comparten un hilo común: la búsqueda de oportunidades y la lucha por un futuro mejor. En un mundo donde la movilidad humana es cada vez más frecuente, es crucial prestar atención a las historias de aquellos que arriesgan sus vidas en busca de un nuevo comienzo. La experiencia de Fallou nos recuerda que detrás de las cifras de migración hay vidas, sueños y esperanzas que merecen ser escuchadas.