La historia de Rafael Giraldo, un fotógrafo de Gran Canaria, se ha convertido en un relato de supervivencia que resuena con fuerza en la comunidad. En 2016, Giraldo vivió una experiencia aterradora cuando se encontró a la deriva en el mar durante 14 horas. Este suceso, que ha sido documentado en el filme ‘Desahogo’, evoca la reciente experiencia de Layonel Ramírez, quien también fue rescatado tras un tiempo prolongado en el agua. La narración de Giraldo no solo es un testimonio de su lucha por la vida, sino también una reflexión sobre la fe y la resiliencia humana.
La historia comienza en un día aparentemente normal. Giraldo, que en ese momento tenía 58 años, fue invitado a comer en el Castillo del Romeral. Después de terminar su comida, sintió una irresistible necesidad de dar un paseo y, finalmente, decidió darse un baño en el océano. Sin embargo, lo que comenzó como un momento de diversión se convirtió rápidamente en una pesadilla. Al nadar, se dio cuenta de que había ido demasiado lejos de la costa y, en un instante, se encontró atrapado en el mar abierto.
El fotógrafo recuerda cómo, al principio, pensó que la ayuda estaba cerca. Vio una falúa a lo lejos y, con la esperanza de ser rescatado, comenzó a nadar hacia ella. Pero la embarcación desapareció de su vista, dejándolo solo en el vasto océano. A pesar de que las autoridades estaban buscando su paradero, los esfuerzos iniciales no lograron localizarlo. Giraldo observó helicópteros y luces de policía, pero todos estaban demasiado cerca de la orilla para verlo.
Con el atardecer acercándose, Giraldo se vio obligado a aceptar la dura realidad de que podría pasar la noche en el mar. La desesperación se apoderó de él, pero también encontró una extraña fortaleza. En sus momentos más oscuros, se entregó a la corriente, sintiendo que la fe lo sostenía. «Me hice el Cristo y me dejé llevar por la corriente», comentó, reflejando su lucha interna entre la vida y la muerte.
A medida que las horas pasaban, la situación se volvía cada vez más crítica. Giraldo nadaba en círculos, agotando su energía y enfrentándose a calambres dolorosos. Sin embargo, en medio de su sufrimiento, mantuvo la esperanza. «Imaginad un calambre por todo el cuerpo durante horas. Nunca había gritado tanto por el dolor», recordó. A pesar de todo, se mantuvo en posición fetal, resistiendo el dolor y tragando agua, aferrándose a la vida.
Finalmente, cuando el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, Giraldo avistó algo que cambiaría su destino. A lo lejos, distinguió una estructura que resultó ser una piscifactoría. Con todas sus fuerzas, se acercó y logró agarrarse a una de las jaulas. Allí, en un estado de agotamiento extremo, esperó a que alguien lo encontrara. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero el cielo se aclaraba y su esperanza resurgía.
A las 9:15 de la mañana, un helicóptero de Salvamento Marítimo lo localizó. La llegada de la embarcación de rescate fue un alivio, aunque la operación fue complicada debido a su estado de frío y agotamiento. La Guardia Civil, la Policía Nacional y Protección Civil también participaron en su rescate, demostrando la colaboración de diversas autoridades en situaciones de emergencia.
Giraldo fue trasladado al Hospital Insular, donde recibió tratamiento por los intensos dolores en brazos y piernas. En sus declaraciones posteriores, expresó su gratitud por haber sobrevivido a esa experiencia aterradora. «Estoy en la gloria, tras todo lo que he vivido durante esas doce horas solo en el agua. Tuve mucho dolor, frío y sufrimiento. Esta experiencia no se la recomiendo a nadie», afirmó con sinceridad.
A lo largo de su odisea, la fe fue un pilar fundamental para Giraldo. «Dios, y Dios es amor. Sé que estaba Jesucristo conmigo en esa lucha entre la vida y la muerte. La fe me ayudó a superar este sacrificio de más de doce horas en el agua», reflexionó. Su experiencia no solo lo marcó a él, sino que también dejó una huella en quienes escuchan su historia. Reconoció que, aunque tuvo miedo, también sentía un profundo agradecimiento: «Gracias a Jesucristo, y a los demás, estoy a salvo. Es de bien nacido ser agradecido».
Rafael Giraldo, originario de Barbastro y criado en Córdoba, ha vivido en Gran Canaria durante más de tres décadas. Su vida como fotógrafo, capturando momentos en un centro comercial de Puerto Rico, se vio interrumpida por esta experiencia que lo transformó para siempre. Ahora, al mirar hacia atrás, reconoce que hay un antes y un después en su vida, un recordatorio de la fragilidad de la existencia y la fuerza del espíritu humano.