La ciudad de Sevilla vivió el pasado 29 de octubre una jornada marcada por intensas lluvias que desbordaron su capacidad de respuesta. Desde poco antes de las dos de la tarde, la capital andaluza se vio sumida en un caos, con calles convertidas en ríos y garajes inundados. La Alameda de Hércules, un punto emblemático de la ciudad, se convirtió en un ejemplo de la devastación que la tormenta trajo consigo. Los vecinos, desesperados, intentaban desatascar alcantarillas mientras las alarmas de los coches sonaban incesantemente. La situación se tornó crítica, con más de 228 avisos recibidos por el servicio de emergencias 112 a lo largo del día.
Según datos proporcionados por Emasesa, en las primeras 15 horas de la tormenta se registraron 115 litros de lluvia por metro cuadrado, con un pico de 25 litros en la hora más intensa. Este evento meteorológico se considera uno de los más severos en las últimas tres décadas, superando incluso los registros de 1997, cuando se reportaron 109 litros por metro cuadrado. La coincidencia de la tormenta con el horario escolar y laboral agravó la situación, dejando a muchos atrapados en sus lugares de trabajo o en las escuelas.
El Ayuntamiento de Sevilla, a través de sus canales oficiales, comunicó que en solo una hora había caído la quinta parte de la media anual de lluvia que la ciudad suele recibir. Sin embargo, la falta de un aviso de nivel rojo, como el que se emitió en Huelva, generó confusión y críticas entre los ciudadanos. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) aclaró que solo se emiten alertas de este tipo cuando se prevé que las precipitaciones superen los 120 litros por metro cuadrado. En el caso de Sevilla, la estación del aeropuerto registró 99 litros, lo que justificó la decisión de no emitir un aviso de mayor gravedad.
La AEMET también se vio obligada a responder a las críticas en redes sociales, enfatizando que un aviso naranja ya implica un peligro significativo y que las lluvias asociadas a este nivel pueden causar impactos graves. A pesar de que las lluvias en Sevilla se mantuvieron mayoritariamente dentro del umbral de aviso naranja, la situación fue lo suficientemente seria como para que se comunicara a Protección Civil la posibilidad de que se superara dicho umbral.
Los efectos de la tormenta fueron devastadores. Se reportaron caídas de árboles en diversas zonas de la ciudad, lo que llevó a los bomberos a atender múltiples incidencias. Solo al mediodía, se contabilizaron 55 incidencias de tráfico, 59 por inundaciones, 34 por ramas caídas, y varios rescates. El transporte público también se vio afectado, con interrupciones en el servicio de trenes y desvíos en las líneas de autobuses de Tussam. En el Hospital Virgen Macarena, se desalojaron los sótanos y se inhabilitaron los ascensores, lo que complicó aún más la situación.
La provincia de Sevilla no escapó a las consecuencias de la tormenta. Localidades como Pilas, Camas, Carmona, Gelves y El Viso del Alcor también sufrieron inundaciones de diferentes magnitudes. En Pilas, el Centro de Atención Primaria se inundó, mientras que en Camas, un colegio tuvo que ser evacuado. En Carmona, los bomberos tuvieron que intervenir en la Urbanización El Socorro, y las universidades locales decidieron cancelar las clases debido a las condiciones adversas.
A medida que la lluvia amainaba, la ciudad comenzó a recuperarse del impacto de lo que el propio Ayuntamiento catalogó como una tromba de agua histórica. Los servicios de emergencia trabajaron arduamente para normalizar las vías afectadas por la acumulación de agua. El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, agradeció a los servicios públicos su esfuerzo y la colaboración de los ciudadanos en un día tan complicado. Sin embargo, la calma fue temporal, ya que se advirtió que Andalucía podría enfrentar más borrascas en los días siguientes, lo que podría llevar a nuevas situaciones de emergencia. Las autoridades instan a la población a mantenerse alerta y prepararse para posibles nuevas inundaciones.
