En Marruecos, las calles han sido escenario de intensas manifestaciones lideradas por jóvenes que exigen cambios significativos en áreas críticas como la educación, la sanidad y la lucha contra la corrupción. Este descontento ha cobrado fuerza en los últimos días, culminando en protestas masivas en varias ciudades, incluyendo la capital, Rabat, y otras localidades como Casablanca, Tánger, Agadir y Marrakech. La movilización ha sido organizada por un grupo conocido como GENZ212, que representa a la generación Z del país y ha logrado reunir a miles de seguidores a través de las redes sociales.
Los manifestantes han expresado su frustración ante un sistema educativo y sanitario que consideran ineficaz, así como su deseo de tener más oportunidades laborales. “Es solo el comienzo de un camino de lucha pacífica, en nuestra determinación de alcanzar demandas legítimas”, afirmaron los organizadores tras las manifestaciones. Sin embargo, la respuesta de las autoridades ha sido contundente, con un fuerte despliegue policial que ha resultado en numerosas detenciones. Según la Asociación Marroquí por los Derechos Humanos, más de 70 jóvenes fueron arrestados solo en Rabat, aunque muchos fueron liberados poco después.
La represión de las protestas ha generado un clima de tensión en el país. Los jóvenes han denunciado que su derecho a la libertad de expresión está siendo vulnerado, y han criticado la forma en que las fuerzas del orden han manejado las manifestaciones. “No hemos bloqueado las calles, ni destrozado nada, hemos venido a expresarnos de manera normal y pacífica”, comentó uno de los participantes. A pesar de la represión, los manifestantes han mantenido su firmeza, insistiendo en que sus demandas son justas y están respaldadas por la Constitución marroquí.
### La voz de una generación frustrada
La situación actual en Marruecos refleja un descontento acumulado entre los jóvenes, quienes se sienten atrapados en un ciclo de desempleo y falta de oportunidades. Con un 37% de la población joven entre 15 y 23 años en paro y más del 25% en situación de NEET (ni estudian, ni trabajan ni reciben formación), la frustración es palpable. Esta generación, a pesar de ser la más educada en la historia del país, se enfrenta a un mercado laboral que no les ofrece las oportunidades que esperaban.
Las protestas no solo se limitan a la demanda de mejores condiciones en educación y sanidad, sino que también critican la inversión del gobierno en grandes proyectos de infraestructura, como campos de fútbol, en lugar de priorizar necesidades básicas como hospitales. “¿Qué necesitamos, un campo de fútbol o hospitales?”, se preguntó un joven manifestante, resaltando la disparidad en la asignación de recursos. Este tipo de críticas resuena con el legado del Movimiento 20 de Febrero, que en 2011 movilizó a miles de personas en busca de derechos y reformas durante la Primavera Árabe.
Los ecos de aquellas protestas se sienten hoy en día, con lemas como “Libertad, dignidad y justicia social” volviendo a ser escuchados en las calles. A pesar de la represión, los jóvenes continúan organizándose y utilizando las redes sociales como plataforma para difundir su mensaje y convocar nuevas manifestaciones. La Asociación Marroquí por los Derechos Humanos ha denunciado las detenciones arbitrarias y la violencia ejercida por las autoridades, calificando estas acciones como una violación flagrante del derecho a manifestarse.
### Un futuro incierto
El contexto de descontento social en Marruecos se ha visto agravado por recientes incidentes, como la muerte de ocho mujeres en un hospital de Agadir debido a la falta de atención médica adecuada. Este trágico evento ha llevado a más protestas, donde los ciudadanos exigen respuestas y soluciones a problemas que han sido ignorados durante demasiado tiempo. Los manifestantes han cuestionado la gestión de los fondos destinados a la reconstrucción tras el terremoto en el Atlas marroquí, señalando que el dinero parece haberse desviado hacia festivales y proyectos de lujo en lugar de ayudar a los afectados.
La situación actual plantea un futuro incierto para Marruecos. La generación Z, que se siente traicionada por un sistema que no les ofrece oportunidades, está decidida a luchar por sus derechos y a exigir un cambio real. Las autoridades, por su parte, se enfrentan a un dilema: reprimir las protestas y arriesgarse a una mayor agitación social, o escuchar las demandas de una juventud que no está dispuesta a permanecer en silencio. A medida que las protestas continúan, el país se encuentra en un punto crítico, donde el diálogo y la acción son más necesarios que nunca para abordar las preocupaciones de una generación que busca un futuro mejor.