La historia de Teófilo Lapeña, un electricista acusado de liderar una red de pederastia en el Raval de Barcelona, ha conmocionado a la sociedad. Las presuntas agresiones sexuales a una niña de 12 años de L’Hospitalet de Llobregat comenzaron en mayo de 2020, un año antes de que la menor ingresara en un centro de protección infantil. Este caso pone de relieve no solo la vulnerabilidad de los menores, sino también las fallas en los sistemas de protección que deberían salvaguardar a los niños de situaciones de abuso.
### La Captación de la Víctima
La menor, que vivía en un entorno familiar complicado debido a la enfermedad de su madre, se convirtió en blanco fácil para Lapeña. En abril de 2020, abrió una cuenta en la red social Badoo, donde comenzó a interactuar con el acusado. La primera agresión sexual ocurrió en mayo de ese mismo año, en un centro comercial de Esplugues de Llobregat, donde Lapeña la llevó a su piso en el Raval. La niña, que estaba a punto de cumplir 13 años, no tenía la capacidad legal para consentir relaciones sexuales según la legislación española, que establece que los menores de 16 años no pueden dar su consentimiento.
Los encuentros entre Lapeña y la menor se volvieron frecuentes. La niña, que fingía ir a la escuela, se encontraba con él en diferentes lugares, incluyendo el mismo Raval y los alrededores de L’Hospitalet. Durante estos encuentros, Lapeña no solo abusó de ella, sino que también creó una cuenta de Instagram donde compartía fotos y vídeos sexuales de la menor, buscando atraer a otros pederastas. Este comportamiento revela un nivel de manipulación y explotación que va más allá de un simple abuso sexual; se trata de una red de explotación infantil que se alimenta de la vulnerabilidad de sus víctimas.
### El Entorno de Chantaje y Control
La situación de la menor se tornó aún más sombría cuando Lapeña estableció un ambiente de chantaje emocional. Aprovechándose de su soledad y necesidad de afecto, el acusado convirtió su hogar en una prisión. Controlaba el acceso a su vivienda mediante un sistema de videovigilancia y manipulaba a la niña para que no se quejara de los abusos. «Ella hará lo que yo diga», repetía Lapeña, creando un clima de terror y sumisión.
La madre de la menor, preocupada por el comportamiento de su hija y su salud, solicitó ayuda al Equipo de Atención a la Infancia y Adolescencia (EAIA) de L’Hospitalet. En mayo de 2021, la niña ingresó en un centro de protección, donde finalmente pudo verbalizar los abusos sufridos. Sin embargo, en un primer momento, los especialistas no lograron identificar que estaban ante una víctima de agresiones sexuales. La falta de detección temprana de estos casos es un problema recurrente en los sistemas de protección infantil, lo que puede llevar a que los abusadores continúen con su comportamiento depredador.
La muerte de la madre de la menor complicó aún más la situación. Aunque el padre mantuvo la tutela, la niña expresó su deseo de vivir con un joven de 25 años, lo que generó preocupación en los servicios sociales. A pesar de las advertencias del EAIA sobre la necesidad de mantener a la menor en el centro, la DGAIA rechazó la solicitud de retirar la custodia al padre. Esta decisión pone de manifiesto las dificultades que enfrentan los profesionales al tratar de proteger a los menores en situaciones de riesgo.
### Reflexiones sobre la Protección Infantil
El caso de Teófilo Lapeña y la menor de L’Hospitalet es un recordatorio doloroso de la necesidad de mejorar los sistemas de protección infantil. La combinación de vulnerabilidad familiar, manipulación emocional y la falta de detección de abusos ha permitido que este tipo de situaciones se repitan. Es fundamental que los profesionales de la salud y la educación estén capacitados para identificar signos de abuso y que se establezcan protocolos claros para actuar en estos casos.
La sociedad debe ser consciente de la importancia de proteger a los menores y de la responsabilidad que todos tenemos en la detección y denuncia de situaciones de abuso. La historia de esta niña no debe ser solo un caso más en los archivos judiciales; debe ser un llamado a la acción para garantizar que ningún menor sufra en silencio y que se implementen medidas efectivas para prevenir y combatir la pederastia y otros tipos de abuso sexual.