La reciente demolición parcial de la vermutería Valentina, un establecimiento emblemático en La Isleta, ha desatado una serie de controversias que reflejan la lucha entre el desarrollo inmobiliario y la preservación de negocios familiares. Este conflicto ha puesto en el centro de atención la historia de un local que, a pesar de su cierre forzoso, sigue siendo un símbolo de resistencia para la comunidad.
La vermutería Valentina, regentada por Lola Gómez, ha sido cerrada tras la demolición de una pared interior, llevada a cabo por la promotora de un hotel contiguo. La situación ha escalado rápidamente desde el primer incidente, que ocurrió el 30 de abril, cuando apareció un boquete en la pared del baño. Desde entonces, la propietaria ha denunciado una serie de presiones, que incluyen nuevas roturas, intimidaciones y un corte de electricidad que obligó al cierre del negocio el 26 de junio. «Llegamos y no teníamos luz. No hemos podido dar servicio desde entonces», lamenta Lola.
### Un Local con Historia
Aunque Valentina abrió sus puertas en 2018, el inmueble tiene una rica historia que se remonta a varias décadas. Antes de convertirse en vermutería, el local fue una boutique durante 30 años y, anteriormente, una dulcería conocida como La Gloria. Laly Rodríguez, suegra de la actual propietaria, ha estado vinculada a este espacio desde los años 40, cuando era una casa terrera. En 1970, su suegro compró el local, y desde entonces ha permanecido en la familia.
La conexión emocional con el lugar ha llevado a Laly a rechazar múltiples ofertas de la promotora del hotel, que intentó convencerla de vender el local a cambio de un apartamento. «Nunca quise vender. Es un local familiar y no tengo ninguna intención de deshacerme de él», afirma Laly, reflejando la profunda relación que su familia tiene con el espacio.
### Acoso y Conflicto Legal
El conflicto comenzó con las ofertas de compra, que rápidamente se transformaron en acoso. Según Lola, la promotora se presentaba en el local, intimidando al equipo y amenazando con que se quedarían sin trabajo. La situación se complicó aún más cuando comenzaron las denuncias por supuestas irregularidades y la disputa sobre el baño. La falta de planos oficiales, que fueron dañados en un archivo municipal por una inundación, ha añadido un nivel de complejidad al caso. La promotora sostiene que el espacio es suyo, mientras que las afectadas creen que se trata de una estrategia para ganar metros en el proyecto hotelero, que cuenta con financiación europea.
La situación ha llegado a los tribunales, donde la demanda civil presentada por Rodríguez para paralizar las obras fue desestimada. Esto ha dado a la promotora el visto bueno para continuar con los trabajos, lo que ha dejado a las propietarias sintiéndose desprotegidas. «Ellos han entendido que la sentencia les da permiso para seguir entrando en nuestra propiedad. Creemos que no es así, pero la justicia es lenta», explica Lola. Además, Laly Rodríguez se enfrenta a la necesidad de recurrir y asumir las costas del proceso, lo que añade un peso financiero considerable a la situación.
### Apoyo de la Comunidad
A pesar de las adversidades, la vermutería Valentina ha encontrado un fuerte respaldo en la comunidad local. Los vecinos, que han sido clientes durante años, se han ofrecido a firmar manifiestos, vigilar el local por la noche e incluso organizar protestas en apoyo a la causa. «Es exagerado el apoyo que tenemos», agradece Lola, quien destaca la conexión emocional que su negocio ha cultivado con el barrio.
La vida del negocio ha sido paralizada, y los puestos de trabajo que mantenía Valentina se han reducido, con varios empleados trasladados al restaurante hermano, La Oliva. «Cada día es un golpe económico y emocional. Me siento impotente y sin armas», confiesa Lola, quien a pesar de todo, se muestra decidida a luchar por su local y por la comunidad que representa.
### La Resistencia Continua
El cierre de Valentina ha dejado un vacío en la vida social de La Isleta. Para sus responsables, la pérdida no es solo económica, sino también emocional. «Nos dijeron directamente: te vamos a quitar la licencia, te vamos a quitar el local. Yo me siento agredida y desprotegida», comparte Lola. Sin embargo, su determinación es firme: «Voy a seguir con los recursos legales, porque ya es una cuestión de injusticia. Y no soy yo sola, también defiendo a Laly y a un barrio que no merece esto».
Mientras la justicia toma su tiempo para decidir, la vermutería Valentina permanece cerrada, pero su historia de lucha y resistencia sigue viva. Detrás de la persiana bajada, queda un espacio lleno de recuerdos, esfuerzo y cariño que ahora pende de un hilo. «Le hemos puesto mucho corazón a este local. No me da la gana abandonarlo», sentencia Gómez, mostrando la tenacidad de quienes están dispuestos a luchar por lo que consideran justo.