La situación en Gaza ha alcanzado niveles alarmantes, especialmente en lo que respecta a su sistema sanitario. Desde el inicio del conflicto, los hospitales han sido blanco de ataques sistemáticos, lo que ha llevado a la devastación de la infraestructura médica y a la pérdida de vidas. En este contexto, el hospital Al Awda, el último que permanecía operativo en el norte de Gaza, fue forzado a cerrar sus puertas el 29 de mayo tras recibir amenazas del ejército israelí. Su director, el doctor Mohammed Salha, relató que la evacuación fue una cuestión de vida o muerte, ya que el hospital había sido objeto de 28 ataques directos en los últimos 20 meses, resultando en la muerte de personal médico y pacientes.
La situación se agrava aún más al considerar que el 94% de los hospitales en la Franja de Gaza han sido atacados en algún momento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Durante el mes de mayo, se registraron 78 ataques contra el sistema sanitario, la mitad de ellos con armas pesadas. La OMS ha denunciado que la destrucción de los hospitales es un ciclo destructivo que debe cesar, ya que incluso cuando se rehabilitan, pronto quedan expuestos a nuevas hostilidades. Esta situación ha llevado a que muchos pacientes no reciban la atención médica necesaria, lo que ha resultado en un aumento alarmante de muertes, especialmente entre aquellos con enfermedades crónicas como la insuficiencia renal.
La entrada de suministros básicos ha sido severamente restringida desde el 2 de marzo, cuando Israel prohibió la entrada de alimentos, agua y medicinas. Según el alto comisionado de la UNRWA, Philippe Lazzarini, solo 30 camiones de ayuda humanitaria entran a Gaza diariamente, lo que representa menos del 6% de lo que realmente se necesita. Esta política ha sido calificada como un nuevo sistema de distribución militarizada de la ayuda, que no solo perpetúa la crisis humanitaria, sino que también distrae de las atrocidades que se están cometiendo en el territorio.
La devastación del sistema sanitario es un elemento clave en las denuncias de organizaciones de derechos humanos, que afirman que Gaza está sufriendo un genocidio. De los 572 puntos de acceso sanitario que existían, solo el 37% se mantiene parcialmente operativo. Esto incluye 17 de los 36 hospitales, 7 de los 15 hospitales de campaña y 61 de los 160 centros de atención primaria. La situación dentro de los hospitales que aún funcionan es crítica; no hay suministros básicos como jabón, gasas o anestesia, y las reservas de oxígeno están en niveles mínimos debido a la destrucción de las estaciones de suministro.
Los ataques a los centros sanitarios han seguido un patrón sistemático, donde primero se emiten órdenes de evacuación y se generan ataques en las cercanías para crear pánico. Luego, se procede a atacar directamente las instalaciones, incluyendo paneles solares y almacenes de suministros. A pesar de que el derecho internacional humanitario prohíbe estos ataques, Israel ha justificado sus acciones alegando que Hamás utiliza los hospitales como centros de mando. Sin embargo, estas afirmaciones rara vez se respaldan con pruebas concretas.
La situación ha llevado a la muerte de más de 917 miembros del personal sanitario y a la detención de más de 300 profesionales que intentaban salvar vidas. La ONU ha advertido que el sistema de salud en Gaza está al borde del colapso, exacerbado por la falta de combustible para los generadores que alimentan los hospitales. La declaración de gran parte del territorio como zona militar ha hecho que los pocos hospitales que quedan sean inaccesibles para muchos pacientes, lo que ha llevado a un aumento en la mortalidad.
La comunidad internacional ha mostrado una falta de respuesta efectiva ante esta crisis humanitaria. La desesperación de los profesionales de la salud se refleja en las palabras del doctor Mahmud Abu Nujalia, quien, antes de morir en un ataque, dejó un mensaje en una pizarra: «El último que quede contará nuestra historia. Hicimos lo que pudimos. Acordaos de nosotros». Este grito de auxilio resuena en un contexto donde la atención médica se ha convertido en un lujo inalcanzable y donde la vida de los palestinos en Gaza se encuentra en un estado de emergencia constante. La destrucción del sistema sanitario no solo es un ataque a la infraestructura, sino un ataque a la dignidad humana y a la vida misma.