La erupción del volcán Chaitén en Chile en mayo de 2008 marcó un hito en la historia volcánica, siendo la primera vez en 9.000 años que este volcán entró en erupción. Este evento no solo fue significativo por su magnitud, sino también por las lecciones que se han aprendido desde entonces sobre la predicción de erupciones volcánicas. En este contexto, la NASA, en colaboración con el Instituto Smithsonian, ha estado desarrollando métodos innovadores para anticipar estos fenómenos naturales, utilizando tecnología satelital para monitorear cambios en la vegetación que pueden indicar actividad volcánica inminente.
### La Relación entre el Dióxido de Carbono y la Vegetación
Cuando el magma asciende hacia la superficie de un volcán, libera dióxido de carbono (CO₂). Este gas, que es absorbido por los árboles cercanos, provoca un aumento en la salud y el verdor de la vegetación. Los satélites, como Landsat 8, están diseñados para observar estos cambios sutiles en el color de las hojas desde el espacio. A medida que un volcán se vuelve más activo, el magma se acerca a la superficie, lo que resulta en un aumento de los niveles de CO₂. Este fenómeno se traduce en un reverdecimiento notable de los árboles circundantes, lo que puede ser detectado por los satélites.
Este enfoque de monitoreo remoto se convierte en un sistema de alerta temprana para erupciones volcánicas, especialmente en áreas remotas donde el acceso es complicado. La capacidad de detectar cambios en la vegetación sin necesidad de realizar trabajos de campo locales representa un avance significativo en la vigilancia volcánica. La NASA ha llevado a cabo estudios comparativos utilizando imágenes de Landsat 8, el satélite Terra y Sentinel-2, encontrando una correlación fuerte entre el color de las hojas y los niveles de CO₂ del magma.
En marzo de 2025, se realizó una misión llamada AVUELO, donde un espectrómetro fue desplegado a bordo de un avión de investigación que sobrevoló volcanes en Panamá y Costa Rica. Este esfuerzo fue parte de un proyecto más amplio para validar la efectividad de utilizar la vegetación como un indicador de actividad volcánica.
### Monitoreo de Gases Volcánicos y su Impacto en la Seguridad
Monitorear directamente el dióxido de carbono volcánico presenta desafíos significativos. De los 1.350 volcanes potencialmente activos en el mundo, muchos se encuentran en zonas de difícil acceso, lo que hace que las mediciones ‘in situ’ sean peligrosas y costosas. Por esta razón, los vulcanólogos y botánicos han comenzado a utilizar los árboles como “sensores naturales”. En lugar de medir el gas directamente, observan cómo afecta a la vegetación circundante.
La detección remota del reverdecimiento de la vegetación se complementa con otras técnicas, como la sismología y la medición de deformaciones del terreno, para obtener una imagen más completa de lo que está sucediendo bajo la superficie del volcán. Además, en Costa Rica, se han instalado sensores de CO₂ en la copa de los árboles cerca del volcán Rincón de la Vieja, donde las emisiones de CO₂ calientan un charco de agua, creando burbujas de gas. Estas mediciones de campo son cruciales para validar los cambios observados desde el aire y para calibrar las alertas satelitales.
La importancia de estas innovaciones no puede subestimarse. Aproximadamente 800 millones de personas, es decir, el 10% de la población mundial, vive en áreas de riesgo volcánico. Dado que las erupciones no se pueden prevenir, contar con sistemas de alerta temprana es esencial para la gestión de emergencias. Un ejemplo reciente es el volcán Mayon en Filipinas, donde la actualización de su red de sensores, incluyendo mediciones de CO₂, permitió detectar señales claras de una erupción inminente. Esto resultó en la evacuación de más de 56,000 personas antes de la erupción de enero de 2018, evitando así posibles víctimas fatales.
Los expertos coinciden en que no existe una señal única que garantice la predicción de una erupción, pero la combinación de diferentes métodos de monitoreo puede marcar una diferencia significativa. Aunque rastrear el efecto del dióxido de carbono en los árboles no es una solución definitiva, tiene el potencial de revolucionar la forma en que se gestionan las amenazas volcánicas, salvaguardando vidas, infraestructuras y recursos en el proceso.