El Líbano es un país que, a pesar de sus múltiples tragedias y crisis, se caracteriza por un fuerte sentido de comunidad y solidaridad. Los libaneses, orgullosos de su rica diversidad cultural y religiosa, han encontrado en la creación de organizaciones no gubernamentales (ONG) una forma de enfrentar las adversidades que han marcado su historia reciente. Con una de las tasas más altas de refugiados per cápita en el mundo y un sistema estatal que ha demostrado ser incapaz de satisfacer las necesidades básicas de su población, el Líbano se ha convertido en un ejemplo de cómo la sociedad civil puede asumir un papel protagónico en la asistencia humanitaria.
La presencia de aproximadamente diez mil ONG en un país de menos de seis millones de habitantes es un reflejo de la necesidad de apoyo en un contexto de crisis constante. Estas organizaciones, que abarcan desde iniciativas religiosas hasta proyectos civiles, han surgido como respuesta a la falta de servicios adecuados por parte del Estado. Nour El Arnaout, directora asociada de la Iniciativa de Organizaciones No Gubernamentales de la Universidad Americana de Beirut, destaca que la tradición de ayuda entre los libaneses es profunda y se ha intensificado en momentos de crisis, como la explosión en el puerto de Beirut en 2020 o durante los recientes conflictos bélicos.
La crisis económica que afecta al Líbano desde hace más de cinco años ha sido calificada por el Banco Mundial como una de las peores del mundo desde el siglo XIX. La corrupción y la ineficiencia del gobierno han llevado a un colapso de los servicios públicos, lo que ha obligado a la población a depender de las ONG para satisfacer sus necesidades básicas. Dana Aridi, una joven libanesa que trabaja en el sector humanitario, señala que muchas de estas organizaciones son las que realmente proporcionan los servicios que debería ofrecer el Estado. Sin embargo, este modelo de dependencia plantea serias preocupaciones sobre la sostenibilidad y la equidad en la distribución de recursos.
La llegada masiva de refugiados sirios desde 2011 ha exacerbado la situación, creando tensiones entre la población local y los recién llegados. Aunque las ONG han recibido fondos significativos para ayudar a los refugiados, la crisis económica ha hecho que la ayuda no siempre llegue de manera equitativa a todas las comunidades. Esto ha generado un clima de desconfianza y resentimiento que complica aún más la situación en el país. La profesora Estella Carpi, experta en estudios humanitarios, advierte sobre el riesgo de que el Líbano se convierta en una «república de ONG», donde la ayuda humanitaria se convierta en una solución temporal a problemas estructurales que requieren atención a largo plazo.
A pesar de los esfuerzos de las ONG, muchos expertos critican la falta de un enfoque sostenible en la ayuda humanitaria. La dependencia de subvenciones y la naturaleza temporal de muchos proyectos limitan la capacidad de estas organizaciones para abordar las causas fundamentales de la crisis. Además, la jerarquía entre el personal local y el internacional en muchas de estas organizaciones crea desigualdades que pueden socavar la efectividad de la asistencia. Carpi señala que la precariedad laboral entre los profesionales locales, que a menudo son jóvenes educados, es un problema que se agrava con cada crisis.
La reciente reducción de la ayuda humanitaria por parte de Estados Unidos, que representa aproximadamente el 22% de la asistencia exterior total al Líbano, ha añadido una nueva capa de incertidumbre. Los recortes han llevado a decisiones difíciles sobre cómo y a quién dirigir la ayuda, lo que ha tenido un impacto directo en la vida de muchas personas. La situación actual pone de manifiesto la fragilidad del sistema humanitario en el Líbano y la necesidad urgente de encontrar soluciones más sostenibles y equitativas.
En este contexto, la resiliencia del pueblo libanés es admirable. A pesar de las dificultades, muchos continúan trabajando incansablemente para ayudar a sus vecinos y a quienes se encuentran en situaciones vulnerables. La solidaridad entre los libaneses es un testimonio de su capacidad para unirse en tiempos de crisis, pero también resalta la necesidad de un cambio estructural que permita al país salir de este ciclo de dependencia y crisis. La historia del Líbano es una historia de lucha, pero también de esperanza, donde la comunidad juega un papel crucial en la búsqueda de un futuro mejor.
