Las especies exóticas invasoras (EEI) se han convertido en uno de los mayores retos ambientales del siglo XXI. Estas especies, que son introducidas fuera de su hábitat natural por actividades humanas o fenómenos naturales, se propagan rápidamente, desplazando a la biodiversidad nativa y generando impactos económicos, ecológicos y sociales devastadores. Entre las EEI más preocupantes se encuentran hongos como los quitridios, algas como el wakame, y plantas como el plumero de la Pampa. Estas especies no solo amenazan la biodiversidad, sino que también representan un grave peligro para los ecosistemas y la salud humana.
Recientemente, se celebró la Semana sobre Especies Invasoras (SEI2025), un evento organizado por ONGs y entidades de España y Portugal, que busca aumentar la conciencia sobre los impactos de las EEI. Durante esta semana, se hizo un llamado a la acción, enfatizando que la inacción podría resultar en pérdidas irreversibles para la biodiversidad global, la seguridad alimentaria y la estabilidad económica de diversas regiones del planeta.
Según la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica (IPBES), las EEI son uno de los cinco principales impulsores de la pérdida de biodiversidad, junto con el cambio en el uso del suelo, la sobreexplotación de recursos, el cambio climático y la contaminación. Aunque el 80% de los países han incluido objetivos contra las EEI en sus planes de biodiversidad, solo el 17% cuenta con legislación específica para abordarlas. Además, el 45% de los países no invierte en la gestión de invasiones biológicas.
A nivel global, se han registrado más de 37,000 especies exóticas, de las cuales 3,500 son consideradas invasoras. En este listado, se incluyen 1,061 plantas, 1,852 invertebrados, 461 vertebrados y 141 microbios. En España, el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras (CEEEI) incluye 200 citas, y cada año se registran aproximadamente 200 nuevas especies exóticas en el mundo. Se estima que para 2050, el número de EEI aumentará un 36% respecto a 2005, lo que podría resultar en hasta 1,215 extinciones locales de especies nativas causadas por 218 EEI.
Las consecuencias de las invasiones biológicas son profundas y variadas. En el ámbito ecológico, las EEI han contribuido al 60% de las extinciones de flora y fauna en las últimas décadas, siendo el único factor en el 16% de los casos. Ejemplos críticos incluyen la propagación de hongos patógenos que diezman poblaciones de anfibios o plantas invasoras que alteran los ciclos de nutrientes en los suelos. En el ámbito socioeconómico, estas especies afectan la seguridad alimentaria al impactar en plagas agrícolas y la salud pública al actuar como vectores de enfermedades. A nivel mundial, los costos anuales de las EEI superan los 423,000 millones de dólares, cifra que se ha cuadruplicado desde la década de 1970. En España, se estima que el coste anual de las especies invasoras supera los 10 millones de euros.
La globalización es el principal catalizador de este fenómeno. El comercio internacional, el transporte marítimo y el turismo facilitan el traslado accidental o deliberado de especies entre continentes. Por ejemplo, el mejillón cebra llegó a Europa a través del agua de lastre de los barcos, mientras que el comercio de mascotas exóticas ha dispersado especies como los hurones o los peces payaso. Además, el cambio climático también juega un papel crucial al alterar temperaturas y patrones de precipitación, creando condiciones propicias para que las EEI colonizen nuevos territorios. Esto se observa en el avance de especies tropicales hacia latitudes templadas, como el mosquito tigre, que es un vector de enfermedades como el dengue y la fiebre amarilla.
Los expertos coinciden en que la prevención es la herramienta más eficaz y económica para combatir las EEI. Esto implica reforzar controles fronterizos, implementar cuarentenas rigurosas y evaluar riesgos antes de autorizar la importación de especies. Erradicar una EEI es viable solo si se detecta a tiempo; de lo contrario, el control continuo es la única opción. Cuando la erradicación falla, se aplican métodos de contención, como la eliminación manual, el uso de pesticidas o agentes biológicos, aunque su éxito varía según el ecosistema. La restauración de hábitats degradados es igualmente crucial para evitar reinvasiones. Proyectos en Nueva Zelanda, donde se han erradicado ratas invasoras para proteger aves endémicas, muestran resultados alentadores, pero requieren inversión sostenida.
En diciembre de 2022, como parte de un acuerdo global sobre biodiversidad, 190 países se comprometieron a reducir en un 50% la introducción de EEI prioritarias para 2030. Sin embargo, la falta de financiación, la escasa coordinación transfronteriza y la baja concienciación social obstaculizan su cumplimiento. Sin un enfoque multidimensional, este objetivo será difícil de alcanzar.