El huracán Melissa, un ciclón de categoría 3, ha dejado una estela de devastación en su paso por el Caribe, afectando gravemente a Haití, Jamaica y Cuba. Con vientos sostenidos de hasta 160 km/h, este fenómeno meteorológico ha cobrado la vida de al menos 23 personas en Haití, incluidos 10 niños, y ha dejado a decenas de personas desaparecidas. Las autoridades de Protección Civil han informado que el desbordamiento del río La Digue en Petit-Goâve ha sido uno de los principales factores detrás de la tragedia, con muchas casas colapsadas y personas atrapadas bajo los escombros. Este balance, sin embargo, es preliminar, ya que se espera que el número de víctimas aumente a medida que se continúe con las labores de rescate.
La situación en Haití es crítica, un país que ya enfrenta múltiples desafíos debido a su vulnerabilidad a los desastres naturales. La semana anterior, cuando Melissa aún era una tormenta tropical, ya había causado tres muertes y 16 heridos. La devastación en Haití es un recordatorio de la fragilidad de la infraestructura y la necesidad urgente de medidas de prevención y respuesta ante desastres.
### Impacto en Cuba y la Preparación de las Autoridades
A medida que el huracán avanzaba hacia Cuba, las autoridades se prepararon para enfrentar sus efectos devastadores. En el este de la isla, donde Melissa tocó tierra, se reportaron vientos dañinos, lluvias torrenciales y una peligrosa marejada ciclónica. Las provincias de Granma, Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín y Las Tunas se encuentran bajo alerta de huracán, y más de 735,000 personas han sido evacuadas o protegidas en refugios temporales. Este número representa más del 7.5% de la población total de estas regiones.
El presidente Miguel Díaz-Canel ha instado a la población a mantener la calma y a prepararse para una noche difícil, enfatizando la gravedad de la situación. Las autoridades han paralizado el transporte público y han suspendido las actividades educativas en toda la región oriental, asegurando también infraestructuras estatales y cultivos para minimizar los daños. Sin embargo, la situación se complica aún más debido a que dos de las siete centrales termoeléctricas del país han tenido que detener sus operaciones por seguridad, lo que podría agravar la crisis energética que ya enfrenta la nación.
La historia reciente de Cuba con huracanes es preocupante. El huracán Irma, que azotó la isla en 2017, dejó un saldo de 10 muertos y daños estimados en 13,000 millones de dólares. En 2012, el huracán Sandy causó 11 muertes y severos daños en Santiago de Cuba. Con la temporada de huracanes en el Atlántico en pleno apogeo, que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre, los meteorólogos han advertido que este año podría ser especialmente activo, con hasta ocho huracanes pronosticados.
### Desafíos y Respuesta Internacional
La devastación causada por el huracán Melissa ha llevado a la comunidad internacional a ofrecer su apoyo a los países afectados. En Jamaica, donde el huracán tocó tierra como un ciclón de categoría 5, se han reportado ocho muertes y más de 530,000 personas se han quedado sin electricidad. El primer ministro Andrew Holness ha declarado el país como una «zona catastrófica», lo que permite la movilización de recursos para ayudar a las comunidades afectadas.
La respuesta a desastres en el Caribe es un tema crítico, ya que muchos países de la región son propensos a fenómenos meteorológicos extremos. La cooperación internacional es esencial para proporcionar asistencia humanitaria, recursos y apoyo logístico. Las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos de otros países han comenzado a coordinar esfuerzos para enviar ayuda a las áreas más afectadas, aunque la logística puede ser complicada debido a los daños en la infraestructura de transporte.
El huracán Melissa es un recordatorio de la necesidad de una preparación adecuada y de la importancia de la resiliencia ante desastres naturales. A medida que las comunidades se recuperan de esta tragedia, será fundamental implementar estrategias que fortalezcan la infraestructura y mejoren la capacidad de respuesta ante futuros eventos climáticos extremos. La experiencia de los países afectados por Melissa puede servir como un modelo para otros en la región que enfrentan desafíos similares, enfatizando la importancia de la planificación y la cooperación en la gestión de desastres.
