En el corazón del verano de 2025, una ola de calor sin precedentes azotó a Noruega, Suecia y Finlandia, desafiando la percepción de que estas regiones están a salvo de temperaturas extremas. Durante más de dos semanas, el termómetro superó los 30°C en localidades como Namsskogan y Gartland, mientras que en Ylitornio, Finlandia, las temperaturas se mantuvieron por encima de los 25°C durante 26 días consecutivos. Este fenómeno no solo rompió récords, sino que también expuso la vulnerabilidad de las infraestructuras y los servicios públicos en un clima que tradicionalmente ha sido frío.
La ola de calor tuvo un impacto inmediato en la salud pública, con hospitales saturados y un aumento en los incidentes de ahogamiento, que resultaron en decenas de muertes en la región. La coincidencia con el pico de las vacaciones nórdicas complicó aún más la situación, ya que las plantillas de los servicios de emergencia estaban reducidas y la capacidad de respuesta se vio limitada. Las noches cálidas, que interrumpieron el descanso de los habitantes, elevaron los riesgos sanitarios, especialmente para las personas mayores y aquellas con condiciones de salud preexistentes.
### La Influencia del Cambio Climático
Un análisis científico reciente reveló que el calentamiento global ha incrementado la probabilidad y la intensidad de estos eventos climáticos extremos. Con un aumento de aproximadamente 1.3°C en comparación con la era preindustrial, se estima que una ola de calor como la de 2025 tiene un período de retorno de unos 50 años. Sin embargo, el cambio climático ha hecho que este episodio sea aproximadamente 2°C más caluroso. Esto significa que eventos similares son ahora al menos diez veces más probables que en un clima preindustrial.
El calor nocturno, que es especialmente crítico para la salud, también se ha intensificado, siendo 2°C más cálido y 33 veces más probable debido a las actividades humanas. Este verano ha traído a la memoria la ola de calor de 2018, pero con el calentamiento global incrementándose, las olas de calor como la de 2025 son ahora casi el doble de probables que en aquel entonces. Este cambio en las condiciones climáticas subraya cómo incluso pequeñas variaciones en la temperatura global pueden tener un impacto significativo en la frecuencia y la severidad de los fenómenos climáticos extremos.
### Adaptación y Preparación ante el Calor
La situación actual plantea un futuro incierto para las regiones nórdicas. Si el planeta experimenta un aumento adicional de 1.3°C, se prevé que eventos de calor extremo como el de 2025 sean cinco veces más frecuentes y, además, un 1.4°C más cálidos. Esto no solo afecta a la salud humana, sino que también tiene repercusiones en la fauna y los ecosistemas. Animales como los renos han buscado refugio en áreas urbanas para escapar del calor, y se han reportado muertes de renos asociadas a este episodio. La vegetación se ha secado, aumentando el riesgo de incendios forestales, mientras que las altas temperaturas han alimentado floraciones de algas en cuerpos de agua, afectando la calidad del agua y los ecosistemas acuáticos.
Para los pueblos sámi, cuya cultura y modo de vida dependen del pastoreo de renos, la combinación de calor extremo, sequía y escasez de forraje representa un riesgo creciente. Los líderes indígenas han comenzado a enmarcar estos desafíos como cuestiones de derechos humanos, exigiendo que las adaptaciones a los cambios climáticos respeten sus derechos y conocimientos tradicionales.
En el ámbito de la construcción, muchos edificios en las regiones nórdicas fueron diseñados para resistir el frío, lo que ha resultado en un sobrecalentamiento durante el verano. Aunque el acceso a sistemas de enfriamiento está aumentando, la lección de 2018 sigue vigente: es necesario adaptar las prácticas constructivas para incluir soluciones de enfriamiento que reduzcan los riesgos en interiores. La gobernanza también juega un papel crucial; desde 2018, se han mejorado las evaluaciones de riesgo y se han clarificado las responsabilidades institucionales, pero aún queda mucho por hacer para coordinar mejor a los municipios y actores privados.
La cultura veraniega nórdica, que incluye actividades al aire libre y un estilo de vida que a menudo ignora los riesgos del calor extremo, añade otra capa de vulnerabilidad. La combinación de cabañas poco aisladas, acampadas y consumo de alcohol puede dificultar el descanso y aumentar el riesgo de deshidratación y otros problemas de salud. Este panorama revela una intersección de vulnerabilidades sanitarias, sociales, culturales y ecológicas, todas exacerbadas por un calor que ya no puede considerarse excepcional en estas latitudes.
El diagnóstico científico es claro: con el calentamiento global actual, las olas de calor prolongadas son parte del «nuevo riesgo». Cada fracción de grado adicional de calentamiento incrementa estos riesgos, lo que requiere una respuesta que combine la reducción de emisiones para frenar el calentamiento futuro con la adaptación de sistemas de salud, cuidados y edificaciones a un clima que ya ha cambiado.