En un importante golpe al narcotráfico en Canarias, las autoridades han desmantelado una organización criminal que operaba en Tenerife, liderada por el empresario Clénder Javier Chinea. La operación, conocida como Silbo, ha resultado en la detención de 34 personas, de las cuales 18 han sido enviadas a prisión provisional. Sin embargo, la investigación continúa, ya que seis individuos permanecen en busca y captura, lo que eleva el total de implicados a 40. Este grupo se dedicaba a la importación, exportación y distribución de cocaína y hachís en las Islas Canarias.
**Estructura de la Organización Criminal**
La organización desmantelada contaba con una compleja estructura que incluía a varios individuos con roles específicos. Entre ellos, se encontraban al menos dos «químicos» cuya función era mezclar precursores con cocaína base para maximizar la producción de estupefacientes. Este laboratorio clandestino estaba ubicado en una casa-cueva en El Escobonal, un área rural del municipio de Güímar, donde los delincuentes operaban en un entorno propicio para sus actividades ilícitas.
Los investigadores del Equipo contra el Crimen Organizado (ECO) de la Guardia Civil, junto con agentes de Vigilancia Aduanera y la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), han identificado que los dos químicos podrían estar escondidos en Sudamérica, donde su experiencia les permitiría evadir la captura. La organización no solo se limitaba a la producción de drogas, sino que también contaba con una infraestructura sólida para la distribución, principalmente compuesta por ciudadanos latinoamericanos, incluyendo colombianos, cubanos y venezolanos.
**Los Operativos y su Violencia**
Dentro de la red, se destaca la figura de Juan David Arcila, un colombiano que actuaba como matón al servicio de Chinea. Arcila tenía bajo su mando a otros individuos, como Orlán Valencia, un cubano con formación militar que se había convertido en uno de los más peligrosos de la banda. Valencia no solo participaba en actividades violentas, sino que también estaba encargado de entrenar a otros miembros en tácticas militares, lo que indicaba un nivel de organización y preparación alarmante.
La red también incluía a Daniel Fernando Tabares, otro colombiano, y Alejandro Víctor, un canario que operaba como patrón de una embarcación utilizada para el tráfico de drogas. La diversidad de nacionalidades en la organización refleja la complejidad del narcotráfico en la región, donde las conexiones internacionales son fundamentales para el éxito de estas operaciones.
Además de los roles de producción y distribución, la organización estaba involucrada en actividades violentas, incluyendo secuestros y otros delitos graves. Tami Nicolás Kalala, un venezolano vinculado a la trama, fue arrestado en la misma operación y se le relaciona con acciones violentas que han dejado una huella de temor en la comunidad local.
La operación Silbo no solo ha desmantelado una red de narcotráfico, sino que también ha puesto de relieve la creciente violencia asociada con estas organizaciones. La Guardia Civil ha intensificado sus esfuerzos para combatir el crimen organizado en la región, y la colaboración internacional con la DEA es un indicativo de la seriedad con la que se está abordando este problema.
Las autoridades continúan trabajando para localizar a los fugitivos y desarticular completamente la red. La operación ha sido un recordatorio de que el narcotráfico no solo es un problema local, sino que tiene ramificaciones globales que requieren una respuesta coordinada y efectiva.
La situación en Tenerife y en el resto de las Islas Canarias sigue siendo tensa, ya que la lucha contra el narcotráfico es un desafío constante. Las comunidades locales están cada vez más preocupadas por la influencia de estas organizaciones y la violencia que a menudo las acompaña. La respuesta de las autoridades será crucial para restaurar la seguridad y la confianza en la región, mientras se trabaja para prevenir que tales redes vuelvan a establecerse en el futuro.