Las negociaciones en Ginebra, impulsadas por la ONU, para establecer un tratado internacional contra la contaminación plástica se encuentran en un punto crítico. A medida que se acercan los plazos, las diferencias entre los países participantes se hacen más evidentes, lo que pone en riesgo la posibilidad de alcanzar un acuerdo significativo. La cumbre, que comenzó el martes, tiene solo cuatro días hábiles para lograr un instrumento jurídicamente vinculante que aborde este problema ambiental creciente. La situación es alarmante, ya que el presidente de la conferencia, Luis Vayas Valdivieso, ha señalado que el progreso hasta ahora es insuficiente y que se necesita un impulso real para cumplir con los objetivos establecidos.
La falta de consenso ha llevado a algunos países a proponer que se dejen de lado los temas más conflictivos para facilitar un acuerdo. Esta estrategia ha generado tensiones, ya que algunos delegados consideran que renunciar a discutir ciertos puntos podría comprometer la integridad del tratado. La situación se complica aún más por el hecho de que el borrador del texto ha crecido de 22 a 35 páginas, con un aumento significativo en el número de corchetes, que representan matices y reservas introducidas por los países participantes. Este aumento refleja la complejidad de las negociaciones y las diferentes posturas sobre cómo abordar el ciclo de vida del plástico.
Uno de los grupos más influyentes en estas negociaciones es el Grupo de Países Afines, liderado por Kuwait, que se opone a los límites propuestos a la producción de plástico. Este grupo argumenta que el enfoque debe centrarse en el tratamiento de residuos en lugar de reducir la producción. Esta postura ha sido criticada por otros países, como Uruguay, que advierten que aferrarse al consenso no debe ser una excusa para no avanzar hacia objetivos más ambiciosos. La tensión entre los países productores de petróleo y aquellos que abogan por una reducción significativa de la producción de plástico es palpable, y podría ser un obstáculo importante para el progreso en las negociaciones.
La situación se torna aún más crítica cuando se considera el impacto de la contaminación plástica en la salud humana y el medio ambiente. El representante de Panamá, Juan Monterrey Gómez, ha expresado su preocupación por el hecho de que los microplásticos están presentes en nuestros cuerpos, afectando nuestra salud de maneras alarmantes. Esta realidad subraya la urgencia de un acuerdo que no solo aborde la gestión de residuos, sino que también contemple la reducción de la producción de plástico en su totalidad. Cada año, se producen más de 400 millones de toneladas de plástico en todo el mundo, y se estima que esta cifra podría triplicarse para 2060 si no se toman medidas decisivas.
El desafío de alcanzar un acuerdo en Ginebra no solo radica en las diferencias entre los países, sino también en la necesidad de un enfoque integral que contemple todas las etapas del ciclo de vida del plástico. La presión para actuar es cada vez mayor, y la comunidad internacional debe encontrar un camino hacia un tratado que no solo sea legalmente vinculante, sino que también sea efectivo en la lucha contra la contaminación plástica. La cumbre de Ginebra representa una oportunidad crucial para abordar uno de los problemas ambientales más apremiantes de nuestro tiempo, y el tiempo se agota para lograr un consenso que beneficie a todos los países y, en última instancia, al planeta.