La situación en Cuba ha alcanzado un nuevo nivel de tensión con la reciente dimisión de Marta Elena Feitó Cabrera, quien se desempeñaba como ministra de Trabajo y Seguridad Social. Su salida se produce en un contexto de creciente descontento social, exacerbado por la escasez de recursos y los apagones que afectan a la población. La ministra había hecho declaraciones que fueron interpretadas como insensibles, al afirmar que en la isla no hay mendigos, sino personas «disfrazadas» como tales. Esta afirmación generó una ola de indignación que llevó al gobierno a temer que el malestar social pudiera trasladarse de las redes sociales a las calles, recordando las grandes protestas de 2021 que desafiaron al régimen de Miguel Díaz-Canel.
La respuesta del presidente cubano fue un intento de apaciguar la situación, señalando que nadie en el gobierno debe actuar con soberbia y que es fundamental estar en sintonía con las realidades que enfrenta el pueblo. Sin embargo, sus palabras no lograron calmar el enojo generalizado. La percepción de desconexión entre el gobierno y la ciudadanía se ha intensificado, especialmente en un contexto donde la pobreza y la desigualdad son cada vez más evidentes.
La pobreza en Cuba es un tema tabú para las autoridades, que evitan usar la palabra y prefieren términos como «deambulantes» para referirse a quienes viven en la calle. Esta negación de la realidad se ha vuelto insostenible, ya que la canasta mínima de supervivencia supera los 12,000 pesos, mientras que el salario mínimo apenas alcanza los 2,400. La crisis económica ha llevado a un colapso de los sistemas de salud y educación, que antes ofrecían un mínimo de cobertura a la población.
La intervención de Feitó Cabrera, lejos de ser un acto aislado, refleja una política de cuadros que coloca a personas incapaces de entender la complejidad social en posiciones clave. Esto ha llevado a que sus declaraciones, que deberían ser motivo de renuncia, sean vistas como un síntoma de la insensibilidad que permea el gobierno. En este contexto, el gobierno cubano ha oscilado entre criminalizar a los pobres y recordar el impacto de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, mientras intenta exaltar sus propias medidas para contener la crisis.
La propaganda oficial ha intentado presentar una imagen de éxito, como se evidenció en un mensaje que hablaba de un Centro Comunitario en Santiago de Cuba, donde se afirmaba que las personas «rescatadas» ahora «cantan y sonríen». Sin embargo, esta narrativa choca con la dura realidad que viven muchos cubanos. Un video que se volvió viral mostró a un hombre recogiendo yogurt derramado en la calle, un claro reflejo de la desesperación que enfrenta la población.
El término «conducta deambulante» ha sido acuñado por el propio Estado para describir a quienes piden dinero en las calles. El Consejo de Ministros ha calificado esta situación como un «trastorno del comportamiento humano multicausal», lo que revela una falta de comprensión de las causas profundas de la pobreza en el país. La desconexión entre las explicaciones oficiales y la realidad cotidiana se hace cada vez más evidente, y la frustración de la ciudadanía se manifiesta en redes sociales y otros espacios virtuales.
El comediante Ulises Toirac ha sido uno de los muchos que han expresado su descontento, señalando que, aunque muchos cubanos pueden no parecer «mendigos», la mayoría vive en condiciones precarias y depende de la ayuda de otros para llegar a fin de mes. Esta realidad pone de manifiesto la necesidad urgente de un cambio en la forma en que el gobierno aborda la pobreza y la desigualdad en la isla.
La dimisión de Feitó Cabrera es solo un síntoma de una crisis más profunda que afecta a Cuba. La incapacidad del gobierno para reconocer y abordar la pobreza de manera efectiva ha llevado a un aumento del descontento social. La falta de sensibilidad y comprensión por parte de las autoridades ha creado un ambiente de tensión que podría tener repercusiones significativas en el futuro del país. A medida que la situación económica se deteriora y el descontento social crece, es probable que veamos más cambios en el liderazgo y en las políticas del gobierno cubano, en un intento por calmar a una población cada vez más frustrada y desesperada por un cambio real.