La reciente fuga de un narcotraficante ecuatoriano ha puesto en evidencia las serias fallas en el sistema penitenciario del país. Federico Gómez Quintín, conocido como Fede, logró escapar de la Penitenciaria del Litoral, uno de los penales más peligrosos de Ecuador, disfrazado de militar y en plena luz del día. Este incidente no solo ha generado un escándalo político, sino que también ha resaltado la creciente crisis de seguridad que enfrenta el país bajo la administración del presidente Daniel Noboa.
La fuga de Fede, quien cumplía condena por asesinato, robo y tenencia ilegal de armas, ha sido comparada con las tramas de películas de Hollywood, donde los protagonistas logran escapar de situaciones imposibles. Sin embargo, esta no es una historia de ficción, sino un reflejo de la realidad que vive Ecuador, donde la violencia y el crimen organizado han alcanzado niveles alarmantes. Desde 2018 hasta 2022, más de 591 reclusos perdieron la vida en las cárceles del país, lo que subraya la gravedad de la situación.
### La Crisis del Sistema Penitenciario
El sistema carcelario ecuatoriano ha sido objeto de críticas por su incapacidad para manejar la criminalidad creciente. A pesar de que el presidente Noboa ha declarado un «estado de conflicto interno» y ha militarizado las calles, la realidad es que la violencia sigue en aumento. En el primer trimestre de este año, se registraron 2.361 asesinatos, lo que pone de manifiesto la ineficacia de las medidas implementadas.
La fuga de Fede no es un caso aislado. En enero de 2024, otro narcotraficante, Adolfo Macías, alias Fito, líder de la banda Los Choneros, también logró escapar de la misma prisión. Este patrón de fugas ha llevado a la detención de 22 miembros del personal carcelario bajo sospecha de complicidad. El ministro del Interior, John Reimberg, ha admitido que el sistema penitenciario es «un modelo antiguo» y que está plagado de corrupción. La entrada de teléfonos móviles y otros dispositivos prohibidos en las cárceles se ha convertido en un problema cotidiano, con precios exorbitantes que permiten a los criminales comunicarse y coordinar sus actividades desde dentro de la prisión.
La situación es tan crítica que se estima que Fede pudo haber pagado hasta un millón de dólares para facilitar su fuga. Esta cifra ha sido desmentida por las autoridades, pero la especulación sobre la economía criminal en Ecuador sigue creciendo. La realidad es que el narcotráfico y la corrupción han permeado todos los niveles del sistema, haciendo que la frontera entre legalidad e ilegalidad se vuelva cada vez más difusa.
### Estrategias Fallidas en la Lucha Contra el Crimen
El presidente Noboa ha intentado implementar diversas estrategias para combatir el narcotráfico y la violencia, incluyendo la colaboración con Erik Prince, fundador de Blackwater, para enfrentar este desafío. Sin embargo, expertos en seguridad como la politóloga Katherine Herrera Aguilar advierten que estas medidas no abordan las raíces del problema. La externalización de capacidades de seguridad no reconstruye la gobernabilidad del país ni sustituye las capacidades estatales deterioradas.
La violencia cotidiana, que incluye asesinatos, secuestros y extorsiones, sigue siendo una realidad ineludible para los ciudadanos ecuatorianos. Las bandas criminales, como Los Choneros y Las Águilas, continúan operando con impunidad, y la falta de un sistema judicial efectivo agrava la situación. La percepción de que el Estado ha sido «capturado» por intereses delictivos es cada vez más común entre los analistas y la población.
A pesar de los esfuerzos del gobierno, la realidad es que el sistema penitenciario y la lucha contra el narcotráfico en Ecuador requieren una revisión profunda y un enfoque integral que aborde no solo la represión, sino también las causas subyacentes de la criminalidad. La fuga de Fede es un recordatorio escalofriante de que, sin reformas significativas, el ciclo de violencia y corrupción en el país probablemente continuará.
La situación en Ecuador es un claro ejemplo de cómo la falta de control y la corrupción pueden llevar a un estado de inseguridad crónica. La fuga de un narcotraficante disfrazado de militar no solo es un escándalo, sino un llamado urgente a la acción para restaurar la confianza en las instituciones y garantizar la seguridad de los ciudadanos.