Rusia, el país más extenso del mundo, enfrenta una crisis demográfica alarmante que se ha visto exacerbada por el conflicto en Ucrania. La natalidad en el país ha caído a niveles que no se veían desde el siglo XVIII, lo que ha llevado a las autoridades a buscar soluciones desesperadas. En este contexto, el Kremlin ha comenzado a apuntar a producciones cinematográficas y televisivas extranjeras, acusándolas de promover valores que no se alinean con la familia tradicional rusa. Esta estrategia incluye la prohibición de series y películas que no fomenten la idea de una familia numerosa y tradicional, como ‘Harry Potter’, ‘Sexo en Nueva York’, ‘Juego de Tronos’ y ‘House of Cards’.
El presidente Vladímir Putin ha expresado su deseo de que tener familias numerosas vuelva a ser una norma social, sugiriendo que la sociedad debería considerar tener siete hijos como algo deseable. Sin embargo, expertos en demografía como Aleksey Rashka advierten que estas medidas de censura no abordarán las raíces del problema. Según Rashka, incentivos económicos, como pagos únicos por el nacimiento de un segundo hijo, podrían aumentar la natalidad en un 20%, lo que colocaría a Rusia entre los países con mayores tasas de natalidad en Europa.
La situación demográfica de Rusia es crítica. Con una población actual de aproximadamente 140 millones, se estima que si no se implementan cambios significativos, el país podría tener menos de 100 millones de habitantes para finales de este siglo. La guerra, la economía y la migración son factores que han contribuido a esta crisis. A pesar de la gravedad de la situación, el gobierno ha optado por ocultar datos demográficos relevantes, lo que dificulta la comprensión del impacto real del conflicto en la población. En el primer trimestre de 2025, nacieron 294,000 personas, una ligera disminución en comparación con el mismo período del año anterior, mientras que las muertes superaron las 600,000.
La respuesta del Kremlin ha sido buscar soluciones que se alineen con una ideología conservadora. Esto incluye atraer a personas de países considerados no amistosos que compartan una visión tradicional de la familia y restringir el acceso al aborto. Además, la comunidad LGTBI ha sido objeto de una creciente represión, siendo catalogada como extremista. Esta narrativa ha calado hondo entre la población, donde un 65% de los moscovitas cree que las parejas homosexuales son más responsables de la baja natalidad que el aborto. Desde que Putin asumió el poder en 1999, la legislación ha ido endureciéndose, obligando a muchos miembros de la comunidad LGTBI a ocultarse o abandonar el país.
La censura de contenidos culturales extranjeros es solo una parte de un enfoque más amplio que busca revertir la tendencia demográfica. Sin embargo, muchos críticos argumentan que estas medidas son meramente simbólicas y no abordan los problemas estructurales que afectan a la sociedad rusa. La falta de apoyo a las familias, la inestabilidad económica y la percepción negativa de la comunidad LGTBI son solo algunos de los factores que contribuyen a la crisis demográfica.
En este contexto, la prohibición de series y películas que no promuevan la familia tradicional se presenta como una estrategia de distracción. En lugar de abordar las causas profundas de la baja natalidad, el Kremlin parece más interesado en controlar la narrativa cultural y desviar la atención de los problemas reales que enfrenta la población. La censura puede ofrecer una solución temporal en términos de control social, pero no resolverá la crisis demográfica que amenaza el futuro de Rusia.
A medida que el país continúa lidiando con sus desafíos demográficos, la pregunta que queda es si las autoridades rusas están dispuestas a adoptar un enfoque más holístico que incluya incentivos económicos y sociales, en lugar de simplemente censurar contenidos que no se alinean con su visión del mundo. La historia ha demostrado que las soluciones simplistas rara vez abordan problemas complejos, y la crisis demográfica de Rusia es un claro ejemplo de ello.