La investigación sobre la compra de material sanitario durante la pandemia de COVID-19 en Canarias ha tomado un giro inesperado. La comisión parlamentaria, conocida como la Comisión Mascarillas, ha decidido extender su plazo de trabajo hasta diciembre, superando así el año y medio de duración desde su creación. Este proceso, que inicialmente se pensó que culminaría en seis meses, ha enfrentado múltiples obstáculos y controversias que han dificultado la llegada a un consenso.
La Comisión Mascarillas fue establecida el 20 de mayo de 2024, impulsada por varios grupos políticos, incluyendo el Grupo Nacionalista Canario (Coalición Canaria), el Partido Popular (PP) y Vox. Su objetivo principal es investigar las responsabilidades políticas relacionadas con la gestión de la contratación de material sanitario por parte del Servicio Canario de Salud. Sin embargo, el camino hacia un dictamen ha sido tortuoso, marcado por desacuerdos internos y la falta de un acuerdo claro entre los diferentes partidos.
### Un Contexto de Desacuerdos y Filtraciones
La reciente reunión de la comisión, celebrada el pasado viernes, fue un reflejo de las tensiones acumuladas en los últimos meses. A pesar de que se había fijado el 20 de octubre como fecha límite para presentar un dictamen, los grupos parlamentarios acordaron prorrogar el plazo hasta diciembre, reconociendo que no sería posible llegar a un acuerdo en el tiempo estipulado. Esta decisión ha generado críticas y desconfianza sobre la imparcialidad del proceso, especialmente tras la filtración de un borrador del dictamen que proponía responsabilidades políticas para figuras clave como el expresidente Ángel Víctor Torres y varios consejeros de Sanidad.
El clima de la comisión se ha visto afectado por acusaciones de que su funcionamiento responde más a intereses partidistas que a una verdadera búsqueda de justicia. Los socialistas, en particular, han expresado su preocupación por la falta de objetividad en el enfoque de la investigación, lo que ha llevado a algunos a pedir la dimisión del presidente de la comisión, Raúl Acosta.
Además, la comisión ha tenido que lidiar con la incomparecencia de testigos clave, como el exasesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García, quien no se presentó a declarar en marzo. Esta situación llevó a la comisión a considerar la posibilidad de un delito de desobediencia, lo que añade otra capa de complejidad a un proceso ya de por sí complicado.
### Más de 70 Comparecientes y la Búsqueda de la Verdad
A lo largo de su existencia, la Comisión Mascarillas ha escuchado a más de 70 comparecientes, incluyendo a funcionarios, expertos y políticos que han estado involucrados en la gestión de la crisis sanitaria. Entre ellos se encuentran figuras relevantes como la subdirectora de gestión de Fondos Europeos, Pilar Almeida, y varios catedráticos de universidades canarias que formaron parte del comité científico durante la pandemia.
La diversidad de testimonios ha enriquecido el proceso, pero también ha evidenciado las diferencias de opinión sobre cómo se manejó la crisis. Algunos comparecientes han defendido la gestión del Gobierno, mientras que otros han señalado fallos significativos en la contratación y distribución de material sanitario. Esta disparidad de opiniones ha complicado aún más la tarea de redactar un informe consensuado que pueda ser presentado ante el Parlamento.
El hecho de que la comisión solo pueda abordar responsabilidades políticas y no penales limita su capacidad para actuar de manera contundente. Sin embargo, su trabajo es crucial para entender cómo se gestionaron los recursos durante una de las crisis más graves de la historia reciente de Canarias. La presión por obtener respuestas claras y responsables es alta, y la sociedad canaria sigue de cerca el desarrollo de esta investigación.
A medida que se acerca la nueva fecha límite de diciembre, los grupos parlamentarios tienen la tarea de redactar un informe definitivo que deberá ser aprobado por la Cámara regional. Este informe no solo reflejará las conclusiones de la comisión, sino que también servirá como un documento institucional que podría tener repercusiones políticas significativas en el futuro. La incertidumbre sobre el contenido del dictamen y la posibilidad de que no se alcance un consenso siguen generando expectativas y tensiones en el ámbito político canario.