La reciente publicación de las declaraciones de bienes de los miembros del Gobierno de Canarias ha revelado una notable disparidad en la situación económica de sus asesores. Este informe, que se hace público anualmente, permite observar cómo los activos de estos funcionarios varían drásticamente, con diferencias que alcanzan casi medio millón de euros entre el asesor más rico y el menos favorecido. Este artículo explora las cifras y las implicaciones de esta desigualdad en el contexto político y social de la región.
**Desglose de Activos de los Asesores**
La ley de Incompatibilidades de los miembros del Gobierno y altos cargos de la Administración Pública canaria exige que los funcionarios declaren sus bienes en un plazo de tres meses tras asumir su cargo. Este año, las cifras han sido sorprendentes. Por un lado, Carlos Juan González, asesor en la Consejería de Educación, se encuentra en la parte inferior de la lista con activos totales que apenas alcanzan los 1.169,10 euros. Esta cifra incluye tanto su cuenta corriente como sus ahorros, lo que pone de manifiesto una situación económica precaria.
A medida que avanzamos en la lista, encontramos a otros asesores con activos modestos. Arturo Trujillo, un veterano en el Gobierno, reporta 3.500 euros, mientras que Pelayo de Andrés, quien ocupó su cargo entre julio de 2024 y junio de 2025, tiene activos por 6.311,34 euros. La tendencia continúa con José Antonio Cabrera, quien posee 8.605 euros, y Ana Margarita Cabrera, con un total de 14.253,31 euros. Esta última, sin embargo, tiene un pasivo que supera sus activos, lo que indica que sus deudas son significativas.
Por otro lado, la lista también incluye asesores con activos considerablemente más altos. Cristina Hernández, quien se ha incorporado recientemente al Ejecutivo, reporta activos por 560.094,76 euros, la mayoría de los cuales provienen de bienes inmuebles. Ubaldo Manuel Rodríguez, asesor de la Viceconsejería del Gabinete de la Presidencia, sigue de cerca con 431.488,82 euros en activos, destacando su inversión en acciones y bienes raíces. Estos contrastes no solo reflejan la diversidad de situaciones económicas entre los asesores, sino que también plantean preguntas sobre la equidad y la transparencia en la gestión pública.
**Implicaciones de la Desigualdad Económica**
La disparidad en los activos de los asesores del Gobierno de Canarias no es solo un dato curioso; tiene implicaciones más profundas en la percepción pública de la política y la administración pública. En un momento en que la desigualdad económica es un tema candente en todo el mundo, la revelación de estas cifras puede alimentar la desconfianza hacia las instituciones gubernamentales. La percepción de que algunos asesores disfrutan de una riqueza considerable mientras que otros luchan por llegar a fin de mes puede generar un sentimiento de injusticia entre la población.
Además, esta situación puede influir en las decisiones políticas y en la formulación de políticas públicas. Los asesores que se encuentran en una posición económica más fuerte pueden tener diferentes prioridades y perspectivas en comparación con aquellos que enfrentan dificultades financieras. Esto podría afectar la manera en que se abordan temas cruciales como la educación, la sanidad y el bienestar social, ya que las experiencias personales de los asesores pueden influir en sus recomendaciones y decisiones.
La ley que exige la declaración de bienes tiene como objetivo promover la transparencia y la rendición de cuentas, pero también es fundamental que se tomen medidas para abordar las desigualdades que se evidencian en estos informes. La creación de un entorno más equitativo dentro del Gobierno no solo beneficiaría a los asesores, sino que también podría mejorar la confianza pública en las instituciones.
En resumen, la revelación de las declaraciones de bienes de los asesores del Gobierno de Canarias pone de manifiesto una realidad económica desigual que podría tener repercusiones significativas en la política y la sociedad. La necesidad de abordar estas disparidades es más urgente que nunca, ya que la confianza en el gobierno y la percepción de justicia social son fundamentales para el funcionamiento de una democracia saludable.